Un día en la vida de Iván Denísovich

Publicado en: 1962
Título original: Odin dien Ivana Denisovicha
Sinopsis: Éste es uno de los más conocidos y también más escalofriantes testimonios de la crueldad que sufrieron millones de deportados en los campos de trabajo soviéticos. Las terribles condiciones de vida y las vejaciones descritas con detalle por Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag cobran aquí entidad literaria y, bajo la forma de novela, inmortalizan un drama que nunca caerá en el olvido.
El protagonista, Iván Denísovich Shújov, lleva encerrado ocho años de una condena de diez en un campo de trabajo situado en algún lugar de la estepa siberiana. Aunque en teoría se halla allí por «traición a la patria», la realidad es mucho más amarga: durante la guerra contra Alemania, Denísovich fue capturado por los nazis, pero logró escapar y reintegrarse en las filas soviéticas. Se le acusó entonces de haber huido del ejército soviético con la intención de traicionar, y de regresar para ejercer de espía para los alemanes. A fin de evitar la condena a muerte, Denísovich reconoció los hechos de los que se le acusaba y fue mandado al Gulag.
Éste es el relato de uno de sus días en el campo de trabajo.

Opinión:

“A las cinco de la mañana, como siempre, resonó el toque de diana: un golpe dado con un martillo en un carril de la barraca central”
El libro narra exactamente eso, lo que anuncia el título: un día en la vida de un prisionero ruso en un campo de trabajo en tiempos de Stalin, allá por la mitad del siglo XX.

Cuando lo cotidiano es el horror, cuando lo habitual es el sufrimiento hasta límites que son difíciles de imaginar, contarlo como lo cuenta Solzhenitsyn me parece un ejercicio de virtuosismo al alcance de pocos.

El estilo es directo, vivo, personal, sencillo y cercano a un lector que, a poco que empatice con aquello que está leyendo, a poco que se deje transportar por la imaginación y se ponga en los zapatos –mejor dicho, en las precarias e insuficientes pero imprescindibles, a la vez, botas de fieltro- de nuestro protagonista, se verá (tal vez, cada uno es cada uno) envuelto en una serie de sentimientos, contradictorios a menudo, que oscilan entre el desasosiego y la angustia hasta la esperanza.
“Mojarse las botas de fieltro por la mañana, es algo que hay que evitar por encima de todo. En realidad, ni asaltando los barracones se encontraría otra cosa que ponerse en los pies”
Lo cotidiano se convierte en lo extraordinario; lo impensable, en el día a día. Me ha hecho recordar en ocasiones aquella sentencia que dice algo así como que “la basura de un hombre es el tesoro de otro”.

Luchar contra el frío, conseguir alimento, un poco de tabaco, evitar los castigos, confiar en quien tienes al lado, no caer enfermo… situaciones, padecimientos y circunstancias que a mí, particularmente, me quedan tan lejos; como en otro mundo, no desde luego en mi día a día.

Y sin embargo esa ha sido, es y será la realidad de muchos seres humanos, a lo largo de los tiempos. Esa fue la durísima realidad que vivió el autor, lo que hace que esta obra sea mucho más una narración histórica y autobiográfica que una novela al uso. Desde luego, nada tiene de fantástica.
“El trabajo es como un bastón, que tiene dos extremos; cuando se trabaja para hombres, se atiza de firme; cuando se trabaja para imbéciles, se finge hacerlo. Si no fuera así, hace tiempo que habríamos reventado todos, ¿no es cierto?”
Particularmente, lo que más me ha sorprendido es la ausencia de desesperación cuando la realidad es tan desesperante; de pesimismo, cuando el futuro más prometedor es sobrevivir hoy para volver a intentarlo mañana. De alguna manera consigue transmitir una voluntad de vivir, una serena capacidad de sufrimiento, la esperanza de que vale la pena luchar, aun en las peores circunstancias, por la vida que a uno le ha sido concedida.
“En el campamento, ningún recluso vio jamás un reloj: ¿de qué serviría? En el campamento sólo conviene saber si sonará pronto el toque de diana, el tiempo que falta para la salida, para la comida, para la cena”
Sólo añadir que es una obra bastante corta, apenas un par de cientos de páginas, por lo que es recomendable para cualquier lector: aquellos a quienes asustan esos “mamotretos” interminables de centenares de páginas y otros que, como yo, disfrutan de obras interminables. Para estos últimos, será como un aperitivo ligero: por el continente, que no por el contenido.

by Melanogaster


Valoración: Dudo entre 4 y 5 estrellas. No se trata de una gran obra en el sentido que a veces se entiende, pero por la temática, por la parte de la realidad que cuenta, porque es un autor interesante con una historia y circunstancias muy interesantes, por el estilo …
No sé, la verdad, no me decido. Pero el tío es Premio Nóbel… Decidido, 5 estrellas.

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4 Comentarios

  1. Lo acabo de leer, me ha parecido una obra interesante por lo que cuenta, que me impagable como documento histórico. La estructura utilizada por el autor, el transcurso de una jornada en tiempo real, la hace muy fácil de seguir por el ritmo de la narración... pero, en mi opinión, creo que no se nos recrea la auténtica crudeza que vivieron todos aquellos presos (inocentes en la mayoría de los casos) dentro de los campos trabajo, demasiado contenido en las descripciones. Podría ser esa 'ausencia de desesperación' que tú comentas en la reseña...
    En todo caso, como bien dices, no todos los días tenemos la oportunidad de leer a un Premio Nobel.

    Saludos.-

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  2. ¡Hola, Krust!

    Espero que hayas disfrutado con la lectura. Estoy de acuerdo contigo en lo de que "no se nos recrea la auténtica crudeza", con dos matices:

    - muchas cosas van implícitas, se desprenden de la propia situación descrita o surgen de "imaginar" un poco más a fondo.

    - la obra fue escrita en un momento diferente del actual en una cuestión muy concreta como es el nivel de violencia a la que estamos expuestos las personas "normales", es decir, que no participamos directamente en hechos como una guerra, un asesinato, etc.

    Lo explicaré un poco más: uno puede disfrutar de un peliculón como "Casablanca" (clásico entre los clásicos) donde hay, al menos que yo recuerde, un asesinato con arma de fuego. Pero ni te toca ver sangre, ni la cámara se mete dentro de la herida, ni se oyen los agonizantes gritos de nadie ni nada por el estilo. O podemos hablar también de Gilda, donde Glenn Ford protagoniza una de las bofetadas más famosas de la historia del séptimo arte. ¿Por qué el público quedó impactado por aquella escena? ¿Por qué se recuerda?

    Pasemos al momento actual: hoy en día, sin embargo, no puede uno ver ni un "telediario" (no digamos un Reservoir Dogs o algo similar) sin presenciar imágenes de la sangre de alguna víctima, si puede ser el cadáver -sin tapar mejor-, escenas de la esposa llorando desconsolada, etc. Nos describen y muestran cómo "la bala, del calibre 22, se alojó en el cráneo de la víctima". Te suena, ¿verdad?

    Es en este sentido en el que creo que nos cuesta hoy en día bastante más sentir, imaginar o asomarnos a esa crudeza de la que hablas. ¿Es el asesinato de Casablanca "menos asesinato" que otro? Creo que no. La violencia no está en la sangre o las vísceras, pero...
    Es más, creo que la bofetada propinada a la espectacular Rita Hayworth pasaría desapercibida en estos tiempos en los que a uno le toca ver cómo en Saw, antes de los primeros 5 minutos, ya un psicópata ha cortado a un pobre hombre por la mitad (bendito sea mi cuñado y sus macabros gustos).

    No sé si estarás de acuerdo con mi planteamiento; en cualquier caso quedo muy agradecido por tu comentario y tu reflexión.
    Un cordial saludo.

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  3. Gracias, muy buena descripción del porque no se palparía la verdadera crudeza, a mi me ha encantado la resena y agradezco los comentarios también

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  4. Gracias, muy buena descripción del porque no se palparía la verdadera crudeza, a mi me ha encantado la resena y agradezco los comentarios también

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